Mira, nuestra vida es aburrida... Nos han engañado. Las
historias, películas, series, libros que consumimos… nos hacen sentir que algo
va a pasar. Estamos a la expectativa, aún inconscientemente, de ese giro dramático que haga
desencadenar la sucesión de acontecimientos que formarán nuestra historia. La que
contaremos a los nietos. Pero la vida no suele suceder así.
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Leí el otro día un post en este blog acerca de la razón que daba Kurt Vonnegut para explicar que nos guste tanto el drama y que alguna gente lo busque tanto en su vida. En realidad es bastante evidente y quizá es simplificar el tema, porque no tiene en cuenta muchos otros factores, pero me gustó la manera de explicarlo y creo que algo de eso hay.
Las historias suelen tener una estructura similar en la que
se nos presenta, por ejemplo, alguien desgraciado al que de repente le pasa
algo genial y ese algo genial encuentra alguna dificultad pero acaba triunfando.
El típico cuento de hadas.
O bien se empieza en una situación normal, se plantea un
hecho desgraciado, pero se consigue remontar y volver al estado inicial o
mejor.
Sin embargo nuestras vidas siguen una línea bastante
continua y nuestros puntos álgidos o bajos no suelen alcanzar esos picos, ni
hacerlo de una manera constante.
Es evidente que a veces ocurren cosas, buenas y malas, pero
en general, en el primer mundo, estamos destinados a una vida bastante previsible y monótona. Hemos mamado esas historias y nuestra vida ahora no nos da esa dosis de drama que
anhelamos.
Y por eso nos atraen las telenovelas, el cotilleo, los deportes,
las peleas, etc. Porque apelan a nuestros deseos más básicos de drama, de emociones. Y quizá por
eso creamos problemas donde no los hay, nos sentimos objetivo de grandes
injusticias y vilezas y exigimos una satisfacción guante en mano. O esperamos a aquella persona que nos diga que somos
especiales y dignos de algo mejor o que nos salve. O hacemos locuras pensando que necesitamos ponerle sal
a la vida.
Y me pregunto: ¿buscamos esas historias para que nos
ofrezcan lo que nos falta o pensamos que nos falta algo porque llevamos desde
siempre escuchando esas historias?
¿Las buscamos simplemente para distraernos y sobrellevar
nuestra aburrida vida, para no tener que pensar?
Muchas veces me he preguntado por esos pueblos que viven
aislados y no tienen todos los estímulos que tenemos nosotros. Que aspiran
básicamente a sobrevivir, buscarse la vida y pasarla con tranquilidad, que no es poco. Que
quizás ya saben cómo va a ser su vida y lo aceptan porque siempre ha sido así y
no se plantean otras opciones. (O no, a lo mejor también tiran de autoayuda y escriben en su diario mientras miran melancólicamente las estrellas...)
Y nosotros, al contrario, justo porque prevemos como va a
ser pero también creemos que hay muchas otras vidas que podrían ser,
somos presas del pánico.
Supongo que todas las culturas tienen sus historias, ¿pero
son todas iguales? ¿Hasta qué punto nos influyen? ¿Y seríamos capaces de dejar de contárnoslas y aceptar la realidad por aburrida que sea? ¿Convivimos con ellas por gusto o por necesidad?
Esta dicotomía entre buscar una rutina eficiente y productiva frente a desear algo distinto e inesperado es a veces agotadora.
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