lunes, 6 de febrero de 2017

Cambiar hábitos para desconectar

Algo que he aprendido al conocer lo que puede conllevar ser una persona introvertida es que nos estimulamos con mayor facilidad que las personas extrovertidas. De manera resumida, captamos, incluso inconscientemente, más información, y esa información a su vez la analizamos más y nos afecta más. Y eso tiene un precio. Nos podemos sentir cansados antes, agobiados y con unas ganas intensas de desconectar, de encontrar un espacio tranquilo en el que no se nos exija interactuar o decidir y responder.
Bien, esto a mí me dio la clave para entender por qué había momentos en los que no estaba para nada. No es que sea poco sociable o arisca necesariamente, o vaga (o a veces puede que sí, no lo sé) si no que simplemente hay momentos en los que se me acaba la bateria y tengo que recargar.

Ahora bien, tengo la sensación de que he estado eligiendo actividades para recargar que no son las idóneas. Pensaba que sí, a lo mejor no eran las más edificantes pero sí pensaba que me ayudaban a desconectar. Incluso era lo que me pedía el cuerpo. Pero creo que hay cosas que he estado haciendo que equivaldrían a poner el móvil a cargar mientras estás usándolo. Sí, se acabará cargando, pero a mucha menos velocidad. Y perderás un tiempo precioso entre carga y carga.

Ya lo he comentado y no digo nada nuevo. Todos somos conscientes del peligro de Internet, redes sociales y todos los entretenimientos varios asociados. Peligro de usarlos inadecuadamente y abusar de ellos. Hasta aquí nada nuevo. Pero el caso es que al final, aunque lo sepa, acabo cayendo una y otra vez. Por mucho que piense o lea sobre maneras de controlarme, de que intente llevar un registro de mis hábitos, de que me borre aplicaciones, instale otras que restringen, etc... al final, cuando tengo mi batería bajo mínimos tengo asociado ese perderme en la red a una forma de recargarme.
He escuchado como en inglés se refieren a este tipo de actividades que se realizan para gratificarse como "pacifiers". "Pacifier" significa chupete en inglés. Y me hace gracia esa imagen. Usamos estos mecanismos como chupetes. Nos ofrecen simplemente consuelo. Por mucho que chupe no voy a sacar nada, es un acto reflejo, pero me calma. Pero todos sabemos que hay que dejar el chupete porque no nos beneficia. (Ahora cada vez que acudas a tu "chupete" particular imagináte succionándolo...)

Parto de la base de que coger el móvil u ordenador es una manera de aislarme, de entrar en una burbuja y desconectar del mundo que me rodea. Parece que es lo que necesito en ese momento. Pero, me acabo de dar cuenta (sí, no he estado muy rápida ahí) de que parto de un error de base. No estoy sola cuando navego por internet. No desconecto del mundo. A mi cabeza llega muchísima información, muchísimos estímulos que tengo que procesar. Y que además me afectan. Opiniones varias, a las que aunque no conteste realmente sí lo haces en tu cabeza. La vida de otros, a las que compararse. Mensajes, que pueden requerir respuesta. Un estátus o una identidad virtual sobre la que piensas que tendrías que trabajar y promocionar...

Estoy buscando tranquilidad y me acabo metiendo en un sitio lleno de ruido y de gente.

No sé si el ser un poquito más consciente de que Internet no me ayuda a desconectar me va a ayudar a buscar otras alternativas y ser más drástica y más consciente de su uso. Pero ha sido como una pieza que ha encajado en el puzle y creo que me va a ayudar a replantearme ciertos momentos y ciertas actitudes.

Cambiar un hábito
Para reprogramar un hábito creo que es fundamental entender el porqué de su existencia. Sabía que lo tenía, sabía cuando suele aparecer pero no había visto tan claro el motivo aún. Quizá eso me pueda ayudar a sustituirlo por algo que cumpla su función de una manera más eficaz.

Esto me ha hecho acordarme del libro  El poder de los hábitos de Charles Duhigg, En él podemos encontrar una descripción de cómo funcionan los hábitos. Así, se puede decir que un hábito tiene un detonante, una rutina como respuesta y por último una recompensa. En este caso mi detonante podría ser  el estar cansada o frustrada por algo, por ejemplo al acabar la jornada de trabajo. La rutina es coger el móvil o el ordenador. La recompensa es relajarme y recibir una gratificación instantánea en forma de la sensación de ahora tengo tiempo para mí.

¿Cómo se puede modificar un hábito? Intentar eliminarlo de raíz no suele funcionar porque sigue estando el detonante y sigues deseando esa recompensa. Por lo tanto, te enfrentas a una sensación de frustración. Lo más sensato es intentar reconocer lo que buscas e intentar alcanzar la misma recompensa pero con una rutina distinta. 

En el libro se proponen varios ejemplos de situaciones y del proceso de análisis y prueba-error que se sigue para identificar como cambiar la rutina. Uno de esos ejemplos es el siguiente:

Una persona todas las tardes hace un descanso y va a la cafeteria para comprarse una galleta. No está contenta con ese hábito, sabe que no es bueno para su salud pero parece incapaz de cambiarlo.

Lo primero que hay que conseguir es identificar qué es lo que le impulsa a hacerlo y cuál es la recompensa que le ofrece. A veces parece estar claro, otras veces no es tan evidente o exiten varias explicaciones posibles. Por ello es interesante experimentar con varias hipótesis.

Se puede probar a cambiar la recompensa. Si sales a dar una vuelta en lugar de ir a la cafeteria puedes comprobar si lo que necesitas es simplemente un descanso y cambio de escenario. Se puede probar a llevar algo de comida de casa y comer en la mesa para ver si es necesidad de ingerir algo. Se puede bajar a la cafeteria y comprar una manzana y charlar con los compañeros. O en lugar de ir a la cafeteria ir a la mesa de algún compañero a charlar un rato para desconectar. Total, el objetivo es descubrir qué es lo que te impulsa a esa rutina. ¿Realmente necesita una galleta o es solo necesidad de descansar o socializar?

Una manera de monitorizar si esas distintas rutinas funcionan puede ser anotar las sensaciones que se tienen después de haber cambiado la rutina. ¿Cómo te sientes? ¿Tienes hambre? ¿Estás nervioso? ¿Te puedes volver a concentrar en el trabajo? Pasados 15 minutos de haber vuelto a la mesa pregúntate si aún sientes necesidad de tomar esa galleta. Si después de haberte comido un donut que trajiste de casa sigues queriendo esa galleta quizá no es que tengas hambre. Si después de charlar con compañeros la sigues necesitando tampoco se trataría de necesidad de socializar. Sin embargo si después de alguna de esas opciones sientes que realmente ya no tienes necesidad de ir a por la galleta podrías haber identifcado qué tipo de recompensa estás buscando.

El paso siguiente es reconocer cuál es el detonante. ¿Surge después de una actividad determinada? ¿A una hora determinada? Puedes parar un momento cuando surja esa necesidad y hacerte unas cuantas preguntas para establecer una pauta. ¿Dónde estoy? ¿Qué hora es? ¿Con quién estoy? ¿Qué estaba haciendo? ¿Cómo me siento? A partir de tus respuestas puedes identificar qué circunstancias te llevan a esa rutina que quieres cambiar y desarrollar un plan alternativo.

En el caso de la persona que buscaba galletas se daba cuenta de que siempre ocurría a la misma hora aproximadamente. Al haber identificado que lo que necesitaba era socializar puso una alarma en su reloj para obligarse levantarse a esa hora de la mesa para charlar con alguien. De esa manera fue introduciendo una nueva rutina que sustituyera a la galleta.

Creo que yo estoy bien encaminada en cuanto a reconocer mi detonante y la recompensa que busco. Ahora necesito buscar mi plan alternativo y estar preparada para ponerlo en marcha. Ya contaré si doy con la clave y consigo cambiar hábitos que no me ayudan.


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