miércoles, 30 de noviembre de 2016

El túnel

Al hilo de lo que comentaba en mi post anterior sobre las historias que imagino y protagonizo en mi cabeza hace poco leí un libro en el que en un fragmento el protagonista describía los procesos de su mente al imaginar el encuentro con una mujer a la que no conocía pero con la que sentía que se había creado un vínculo especial. La novela es El túnel, de Ernesto Sábato. Es una novela corta que me ha gustado mucho y digamos que ha llegado en un momento en la que estaba receptiva a ciertos detalles de su forma de escribir y de la narración desde el punto de vista de este personaje tan perturbado y a la vez tan lógico, al que llegas a comprender y odiar a la vez. La encontré por casualidad, fuera de su lugar en una estantería. La hojeé, y leyendo el prefacio leí sobre Sábato, sobre que encerraba una aguda sensibilidad que nos remite al tiempo de la infancia a adolescencia solitaria, timida y dueña de una angustia permanente o que las devociones del espíritu del introvertido-rebelde joven Sábato irían encontrando esa pasión de todos y de nadie, donde el filósofo y el narrador exhumen la fuerza poderosa que entrañan las nostalgias. Angustia, introversión, jaja, esto pinta bien.

Quería compartir un fragmento que quizá aquellos que se ven en esa tesitura de "ensayar" situaciones en su cabeza una y otra vez puedan encontrar familiar.

Había que caer, pues, en la posibilidad más temida: el encuento en la calle. ¿Cómo demonios hacen ciertos hombres para detener a una mujer, para entablar conversación y hasta para iniciar una aventura? Descarté sin más cualquier combinación que comenzara con una iniciativa mía: mi ignorancia de esa técnica callejera y mi cara me indujeron a tomar esa decisión melancólica definitiva. 
No quedaba sino esperar una feliz circunstancia, de ésas que suelen presentarse cada millón de veces: que ella hablara primero. De modo que mi felicidad estaba librada a una remotísima lotería, en la que había que ganar una vez para tener derecho a jugar nuevamente y sólo recibir el premio en el caso de ganar en esta segunda jornada. Efectivamente, tenía que darse la posibilidad de encontrarme con ella y luego la posibilidad todavía más improbable, de que ella me dirigiera la palabra. Sentí un especie de vértigo, de tristeza y desesperanza. Pero no obstante, seguí preparando mi posición. 
Imaginaba, pues, que ella me hablaba, por ejemplo, para preguntarme una dirección o acerca de un ómnibus; y a partir de esa frase inicial yo construí durante meses de reflexión, de melancolía, de rabia, de abandono y de esperanza, una serie interminable de variantes. En alguna yo era locuaz, dicharachero (nunca lo he sido, en realidad); en otra era parco; en otras me imaginaba risueño. A veces, lo que es sumamente singular, contestaba bruscamente a la pregunta de ella y hasta con rabia contenida; sucedió (en alguno de esos encuentros imaginarios) que la entrevista se malograra por irritación absurda de mi parte, por reprocharle casi groseramente una consulta que yo juzgaba inútil o irreflexiva. Estos encuentros fracasados me dejaban lleno de amargura, y durante varios días me reprochaba la torpeza con que había perdido una oportunidad tan remota de entablar relaciones con ella; felizmente terminaba por advertir que todo eso era imaginario y que al menos seguía quedando la posibilidad real. Entonces volvía a prepararme con más entusiasmo y a imaginar nuevos y más fructíferos diálogos callejeros.  (...) 
No recuerdo ahora todas las variantes que pensé. Solo recuerdo que había algunas tan complicadas que eran prácticamente inservibles. Sería un azar demasiado portentoso que la realidad coincidiera luego con una llave tan complicada, preparada de antemano ignorando la forma de la cerradura. Pero sucedía que cuando había examinado tantas variantes enrevesadas, me olvidaba del orden de las preguntas y respuestas o las mezclaba, como sucede en el ajedrez cuando uno imagina partidas de memoria. Y también resultaba a menudo que reemplazaba frases de una variante con frases de otra, con resultados ridículos o desalantadores. Por ejemplo, detenerla para darle una dirección y en seguida preguntarle: "¿Tiene mucho interés en el arte?" Era grotesco.
 Cuando llegaba a esta situación descansaba por varios días de barajar combinaciones.

lunes, 28 de noviembre de 2016

Neverending story


Yo nunca me aburro estando sola. A veces me puedo sentir sola o baja de ánimo, pero nunca aburrida. Me suelo bastar y sobrar para entretenerme. Solo tengo que entrar en mi mundo de fantasía y hacer que comience la función. Que yo recuerde siempre he tenido esa tendencia a soñar despierta, a inventar historias en mi cabeza, desconectar de la realidad y proyectar mi propio show. Además, eso, normalmente es mi show, en el que soy protagonista absoluta e indiscutible. Muchas veces lo he considerado un problema, porque me alejaba de la realidad, me hacía menos consciente de las cosas mundanas  o me ocupaba un espacio mental que podría usar para cosas más provechosas. Ahora sé que no es una rareza mía particular, si no que está bastante relacionado con la introversión. Y supongo que tiene todo el sentido del mundo, porque siempre está bien llevar encima ese lugar seguro en el que refugiarte si es necesario.

Ignoro si las personas extrovertidas recurren a fantasear alguna vez, o con qué frecuencia. Nunca he hablado de ello con nadie. Es algo bastante íntimo y que realmente no he tenido la necesidad de compartir. ¿Hasta qué punto puede ser natural? Para mí lo es tanto como respirar. Pero me pregunto a veces como puede afectar en la forma en la que uno piensa y actúa.

Si quisiera establecer una pauta supongo que cuando más recurro a ellas es cuando no estoy agusto del todo en mi realidad. Algo me está fallando y lo compenso en mi película. Si estoy agobiada por un tema, estresada, me he sentido bastante inútil en alguna situación o me siento un tanto sola pues en mi fantasía puedo ser un yo ideal, como de serie de la tele, que siempre tiene la respuesta acertada, se merece el amor y respeto de los coprotagonistas, tiene claro lo que quiere, se ve rodeada de adorables malentendidos..., jaja. De hecho siempre he pensado que se está perdiendo una buena guionista de comedia romántica conmigo. Qué pena que no se puedan grabar las imágenes de la cabeza...

Son reconfortantes pero a veces me da miedo perderme demasiado en ellas. Como en casi todo en esta vida, la clave está en el equilibrio. Me gusta la capacidad de sumergirme e ir hilando historias en mi cabeza pero necesito controlarlo porque a veces se acaba resintiendo mi día a día. Dicho así parece que soy una yonqui. Y en realidad un poco sí, en ocasiones se me puede ir de las manos y me acabo enganchando  a una fantasía en particular porque me resulta muy atractiva o porque prefiero no estar en lo que debería estar. Otra válvula de escape más y otra forma de evitar enfrentarme a mi vida, mis decisiones, mis errores, mis relaciones... Hace poco escribía sobre como a veces caía en el uso de internet y redes sociales y ahí me podía quedar como hipnotizada. Y de como la fuerza de voluntad no siempre responde. Pues cuanto más difícil cuando no puedes desconectarte, ni apagar tu cabeza, ni dejarla en otro sitio.

¿Qué podría hacer que de una vez me diera cuenta de que tengo que reaccionar y cambiar cosas? Creo que necesito una razón de peso, que no pueda simplemente refutar en mi cabeza y decirme que no pasa nada o que solo un poquito y que mañana ya lo dejo. Por ejemplo, con el tema de la alimentación conseguí dejar el azúcar porque me convencí de que era realmente malo para mí y porque también me cabreó el pensar que la industria alimentaria nos intentara manipular y meterlo en todo (que me gusta una teoría de la conspiración) Pues gracias a esa motivación conseguí cambiar un hábito bastante arraigado. ¿Alguien conoce alguna teoría? ¿Fantasear provoca algún tipo de reacción negativa en el sistema circulatorio? ¿Me puede afectar al hígado? ¿Me está volviendo más tonta por días? ¿O quizá es el gobierno el que me induce a hacerlo para que esté atontada y no moleste? ¿O son extraterrestres preparando una invasión y nos quieren alienados... nunca mejor dicho? 

Supongo que me podría beneficiar de la meditación o de prácticas de mindulness pero mi mente a veces es como un mono loco borracho. Encuentro muy difícil centrarme así como así. El mono me mira, me saca la lengua y sigue saltando de rama en rama. Seguiré probando, quizá deba encontrar aún la práctica adecuada o ser más perseverante, pero a veces me frustra y me pone aún más nerviosa.


Necesito límites, como los niños, unas normas para dosificar. No prohibir porque sé que eso al final acabaría teniendo efecto rebote y acabaría con largos períodos conectada a mi particular matrix. Pero quizá sí que puedo obedecer unas simples normas. Al igual que uno puede comprometerse a nada de móvil en la mesa o en el baño. Eso puedo hacerlo. Nada de móvil nunca ya puede ser otra historia... Pero sí puedo comprometerme a no fantasear en determinadas situaciones o en determinados momentos. Puedo decirme, vale, esa historia suena prometedora, tomo nota, pero vamos a dejarla para luego que ahora deberías concentrarte en que no se te queme el filete o en prepararte para salir y no olvidarte nada. Me tengo que convertir en mi madre y echarme una reprimenda de vez en cuando.

Me podría obligar a escribirlas cada vez que desarrolle una historia en la cabeza. Seguro que aunque solo sea por pereza dejaba de hacerlo, jaja.

No sé, pero el caso es que hay temporadas en las que me preocupa un poco porque empiezo a descuidar mi vida entre unas cosas y otras. Y no se merece eso mi vida. Hay que seguir probando...


lunes, 21 de noviembre de 2016

Anomalía

 He visto este fin de semana una película que me ha llamado la atención. Por un lado por su laboriosidad. Está hecha en stop motion con marionetas y la idea de que para hacer dos segundos de película puedan estar horas y horas me parece alucinante. Y que haya gente que esté tan comprometida con un proyecto y tenga tan claro lo que quiere crear, a pesar de todos los problemas que conlleva y que ni siquiera vaya a ser especialmente rentable me parece admirable. Se llama Anomalisa y también me ha llegado por la historia que cuenta. No quiero desvelar demasiado pero así a muy grandes rasgos habla de relaciones humanas, de ver a la gente como integrantes de una masa, de insatisfacción perpetua y bueno, creo que cada uno puede interpretar distintas cosas. Es de Charlie Kauffman, lo cual ya avisa que va a ser una película extraña, muy personal y difícil de ver si esperas una película al uso. Y también que va a ser especial.




 Hay un momento muy bonito de la peli en el que los dos personajes principales están conociéndose y vemos por qué el título de la peli. Quería compartirlo porque me gustan las anomalías :)

Lisa: Oh, me encanta el portugués. Me encanta escuchar a cantantes brasileños. En Brasil cantan en portugués, un dato poco conocido. Es un poco raro porque es el único país de Sudamérica en el que cantan en portugués. Es una anomalía, ¿verdad?

Michael: Ajá

L: Aprendí la palabra en tu libro. Me gusta esa palabra. Anomalía. Me gusta como suena y me gusta lo que significa. Me siento como una anomalia. Antes de saber que había una palabra para eso, me sentía mal por ser diferente. Ahora incluso me gusta. Bueno, a veces. No muy a menudo, pero a veces. Me hace sentir... especial. ¿Entiendes?

M: Anomalisa

L: Oh, ¡me encanta! Es "anomalía" más mi nombre. ¿Me puedes llamar así siempre? Bueno, supongo que "siempre" es mucho tiempo. Quiero decir que estoy presuponiendo que va a haber un "siempre". No va a haber un "siempre", ¿verdad? Sólo hay un ahora. Un momento extraño que ocurre justo ahora. En realidad no importa. Está bien este momento. Es una anomalía.

Traducción mía

El diálogo original en inglés por si alguien prefiere la versión original.

Lisa: Oh, I love Portuguese. I love to listen to Brazilian singers. They sing in Portuguese in Brazil, a little-known fact. It's kind of weird because it's the only country in south America
where they sing in Portuguese. It's an anomaly, right?

Michael: Uh-huh.

L: I learned that word in your book. I like that word. Anomaly. I like the way it sounds and I like what it means. I feel like an anomaly. Before I used to know there was a word for it, it made me feel bad to be different. Now I kind of like it. Sometimes. I mean, not a lot, but sometimes. It makes me special, sort of. You know what I mean?

M: Anomalisa.

L: Oh, I love that! It's like "anomaly" plus my name. Will you call me that all the time? I guess it's long to say "all the time." I mean, I guess I'm assuming there is going to be an "all the time." There's not going to be an "all the time," is there? It's just now. Some weird thing for just now. It's okay, though. It's really nice for just now. It's an anomaly.

Un saludo.

sábado, 19 de noviembre de 2016

Identidad


Es curioso como el hecho de tener este blog y empeñarme en salir un poco de mi ostracismo compartiendo retazos de ideas, reflexiones o como lo quieras llamar me ha hecho replantearme mi identidad. ¿Qué es lo que me identifica o diferencia? ¿Cuál es mi esencia? ¿Qué dejo entrever de mí en mis palabras? ¿Y hasta qué punto es real y no lo que yo diseño y elijo para mostrar? Al fin y al cabo esta plataforma me permite construirme una identidad desde cero y aunque mi propósito es ser lo más fiel a mí misma que pueda y que el blog sea una herramienta para mí y no un fin en sí mismo, no dejo de estar exponiéndome, y mi ego no quiere quedar mal.

Aún no he sido capaz de rellenar mi descripción en mi perfil del blog. ¿Qué es verdaderamente relevante? ¿Qué quiero destacar? Está claro que el aspecto que por la temática del blog domina, es la introversión y una cierta ansiedad social, pero no quiero reducirme a eso.

Los datos objetivos me resultan limitadores. ¿Realmente importan mi edad u origen? ¿Mi profesión, aunque no me guste? ¿Mis roles en la vida con respecto a los demás?

¿O es lo subjetivo? ¿Lo que me gusta o lo que no? ¿Mis opiniones? ¿Lo que hago o a lo que aspiro? 

En este viaje que he iniciado no solo busco momentos de soledad sino que también intento viajar ligera de equipaje. El minimalismo ha sido un concepto que me ha ayudado a ser más consciente en mis decisiones y en lo que incorporo a mi vida. Supongo que será un tema que saldrá de vez en cuando por aquí. Hoy lo traigo a colación porque uno de los blogs que encontré más inspiradores en un principio sobre este tema, The minimalists, me ha hecho también pensar en esto de la identidad. Cuando le preguntan a Joshua Fields Millburn qué es de lo que más le ha costado deshacerse, responde que de su identidad. Las cosas que adquirimos y que poseemos también nos representan y hablan de nosotros. Y yo, en mis inseguridad, he tenido momentos en los que le he confiado demasiado esa labor a lo material.

Consumir es sencillo. Resulta una manera fácil de transmitir mensajes. Mírame, tengo esta ropa, así que identifícame como x. Tengo estos libros en casa, es porque soy x. Las series que elijes ver o incluso la comida que decides tomar, todo te señala. Y aunque me quiera convencer de que las elijo libremente por preferencia mía tengo que reconocer que siempre está la sombra de la duda y la pregunta subyacente de qué dice esto de mí. 

Y comprar también te hace soñar. Supongo que todos aspiramos a algo. Tenemos esta imagen ideal de quien podríamos ser, qué podríamos estar haciendo si fuésemos nuestro mejor yo. Y de nuevo lo fácil es prepararse para ello, aprovisionarnos para cuando llegue ese momento en el que vamos a leer más o a aprender a hacer crochet y me procuro las agujas y aumento la colección de mi estanteria. Pero el siguiente paso, el importante, ese se queda en standby. Y me digo a mi misma que soy una persona creativa, pero nunca saco tiempo para aprender o poner en práctica eso que tanto me apetece en teoría. Me digo que soy amante de la cultura, pero un registro de mi actividad diaria no proporcionaría esa información. Así que, ¿quién soy realmente? ¿Mis buenas intenciones? ¿Mis no tan buenas actuaciones? ¿Mi proyección hacia fuera, editada y meditada? ¿Mi yo interior lleno de dudas?

La introversión parece ser que también conlleva darle demasiadas vueltas a las cosas, y las ideas hacen un tour completo por el cerebro haciendo parada en recuerdos, emociones, lógica, expectativas, posibles reacciones... antes de expresarse. Con lo que me cuesta saber cuánto queda de mí después de aplicar todos esos filtros y me da miedo haberme perdido demasiado por el camino. Creo que no estaría mal poder saltarme alguna parada.

Buscar la esencia de uno mismo no es tarea fácil, y yo no tengo muy claro por donde empezar. Pero quiero intentar aprender a escucharme más a mí misma sin cambiar la emisora rápidamente a la cadena "lo que puedan pensar los demás" Va a ser difícil, pero quiero serme fiel y no quiero fingir ser lo que no soy o aún no he conseguido ser. Así que mis dos caminos son intentar acercarme a mi yo ideal preguntándome siempre si mis acciones están alineadas con mis aspiraciones. Y no ponerme máscaras para enfatizar quien digo ser. Puedo dejar que mis palabras y acciones hablen por mí.

(Creo que algo que dejo entrever de mí es que no tengo una mente muy ordenada. ¿Alguna vez haré un post bien organizadito y centrado? :P También soy impaciente, tal cual va saliendo tengo que publicar. Planificación cero).

martes, 15 de noviembre de 2016

Feeling blue




Hay días en los que me siento triste. En los que me cuesta arrancar y me refugio en pequeños placeres que me ofrecen mi dosis de dopamina rápida para sentirme algo mejor. No sé bien de donde viene esa tristeza. Y no estoy segura tampoco de hasta qué punto la alimento con mi consecuente reacción. Pero no me gusta nada cuando miro atrás y veo como ese lastre ha impedido que aproveche mi día. Siento que me he dejado arrastrar y que he sido débil.

Hoy ha sido uno de esos días. No me sentía con fuerzas para concentrarme, no he hecho ni la mitad de lo que me había propuesto, he sido indulgente conmigo misma y ahora acabo el día con esa espinita clavada, otra vez, de haberme dejado llevar por la inercia. He actuado según me sentía. No he elegido qué hacer, realmente he reaccionado a mis sentimientos y no he seguido el plan. Mi plan. Me he desviado del camino, oh yeah, y ni siquiera puedo decir que haya acabado en ningún sitio interesante.

Últimamente he escuchado en varios sitios que no es muy aconsejable confiar en la fuerza de voluntad. Desgraciadamente, no es un puntal demasiado fuerte en el que apoyarse, al menos la mía. Y cuando estás bien, se puede sostener, pero en cuanto flaqueas un poco se desmorona. Es por ello que si no quieres depender por completo del estado de tu fuerza de voluntad necesitas equiparte con unas herramientas y unas estrategias que puedan ayudarte a apuntalar mejor y a que tu plan no empiece a hacer aguas a la primera de cambio.

Vale, pues ¿qué puedo hacer? ¿Cómo puedo reaccionar cuando empiece a sentir que no tengo fuerzas para seguir avanzando por mi camino? Si quiero resultados distintos tendré que cambiar mi modus operandi.
Bueno, se avecina una tormenta de ideas... ninguna ha pasado control de calidad. Solo quería acabar mi día sintiendo que podía sacar algo de provecho y voy a verter aquí las opciones que se me ocurran. El próximo día que me de la pájara puedo venir y recurrir a esas ideas y ponerlas a prueba. Tendré algo a lo que agarrarme.

Aléjate de las redes sociales.
La primera reacción es evadirme e Internet lo pone tan fácil. A un click o desbloqueo de móvil tengo el mundo a mis pies. Pero mi talón de aquiles son sin duda las redes sociales. No soy demasiado activa en ellas pero son una ventana desde la que ver la vida pasar y cuando estás un poco puf todas las vidas te empiezan a parecer maravillosas y especiales. O al menos, bastante más que la tuya. No es tanto envidia como un sentimiento de desazón porque tú no estás persiguiendo lo que quieres y esas personas parecen estar en ello. No tengo porqué querer lo que tienen en concreto, pero parecen lograr cosas y yo siento que no me muevo, que no llego a ningún sitio.

Con lo que logran que me sienta peor, no me aportan nada positivo en ese estado mental y me atrapan de una manera bastante siniestra. Es una sensación muy rara que tu cabeza te esté diciendo que no deberías estar haciendo algo, pero ver que tu voluntad no responde, y sigues ahí, en una especie de laberinto, ahora Facebook, salgo pero al doblar la esquina está Instagram, y después si voy por Pinterest quizá me inspire y anda, para esta manualidad había un libro en Amazon... esto... ¿por dónde la salida?

Pero como he dicho, me temo que hay momentos en los que no puedo depender solo de mi fuerza de voluntad así que hay que intentar que el entorno ayude un poco.
Ideas: dejar el móvil en otra habitación o apagarlo, controlador de tiempo en el navegador (wastenotime, freedom) que permiten bloquear ciertos sitios o todo si pasa un determinado tiempo...

 Actividades positivas 
A veces voy a acabar procrastinando de todos modos, pero mejor si lo que hago no me hace sentir peor, o incluso me aporta algo.

Podría: cantar o "bailar" una canción que me guste, hacer algo creativo como escribir, dibujar, origami..., ordenar algún agujero negro de mi casa, ponerme una mascarilla, leer un libro, cocinar algo que me apetezca probar...

Si estoy tan espesa que no se me ocurre qué hacer y ante tanta opción acabo bloqueada y no eligiendo nada, pues puedo crear un sistema de elección para días zombies. Una vez creé una lista de actividades, le asigné a cada actividad un símbolo y después puse los símbolos en unos palitos que metí en una lata. La idea es que cuando esté desmotivada o indecisa puedo coger un palito y que este me diga qué puedo hacer.

Shopping ban
De nuevo, si me siento mal soy más propensa a inventarme necesidades y buscar como satisfacerlas. Y de nuevo Internet no es mi amigo. Mejor no mirar escaparates online en ese tiempo, y si acabo haciéndolo, prohibido comprar. Puedo llenar cestas de la compra pero dejarlas en espera hasta momentos de mayor lucidez.

Sal a dar una vuelta
Aunque sea literalmente a dar una vuelta a la manzana.

Haz algo por alguien
Es algo que intento tener en mente más a menudo últimamente. Quitar el foco de nosotros mismos y pensar en otras personas y en como podemos alegrarles el día o al menos hacérselo más llevadero compensa. Lo mires por donde lo mires.

En cualquier caso recuerda siempre lo más importante. No te machaques. Gran parte de estas sensaciones no dependen de ti. Somos pura química y a veces la explicación está en una maldita hormona o en que tu cerebro está falto de dopamina, triptófano o flarlarlar. Lo que está en nuestra mano es saber reaccionar. El bache en la carretera no siempre lo podremos esquivar pero mejor no empeorar la cosa quitándonos el cinturón, sacando la cabeza por la ventanilla y poniéndonos de pie.

P.D. Al final publico un par de días más tarde, pero el espíritu es el mismo. A pesar de todo logré ponerme a escribir ese día y acabarlo con la sensación de haber hecho algo de provecho. Otra idea que recordar es que nunca se debe dar un día por perdido. Siempre se puede remontar.



jueves, 10 de noviembre de 2016

Socializar - La vuelta a casa



Y para acabar nuestra excursión a Socialland, ¿qué pasa cuando volvemos a casa?
Pongámonos en lo peor, digamos que ha sido uno de esos días en los que te has sentido angustiado y aislado. No dejas de pensar en lo distinto que eres y en lo que los demás deben pensar de ti. Y ansias quitarte de en medio por un tiempo. ¿Qué podemos hacer ante esta perspectiva?

Mi mecanismo de defensa, perfeccionado con los años, hace que rápidamente desconecte y me olvide. Pienso en otras cosas, intento no volver a reproducir la película en mi cabeza e intento desapegarme de mis sentimientos. En plan, ea ya pasó, intentemos que la próxima ocasión tarde un tiempo en llegar. Sin embargo, ahora veo que no es sano y que en cualquier caso, no me ayuda a avanzar. Me mantiene en el inmovilismo porque no puedo reflexionar sobre lo que fue bien, regular o mal y así ver qué puedo cambiar en otra ocasión.

Por eso me propongo ir cambiando mi reacción para que pueda valorar mis sentimientos y actitudes, pero sin machacarme.

ANÁLISIS
Sigo pensando que en ese mismo día lo mejor es alejarse un poco de esos pensamientos autodestructivos y dirigir tu mente a otros menesteres. Pero una vez pasado ese momento de fragilidad y de sentimientos a flor de piel quiero obligarme a volver, y con más tranquilidad hacer un pequeño análisis para descubrir qué me afectó más y si podría haber hecho algo al respecto en el momento.

OMBLIGUISMO
Y no sólo eso, también quiero intentar pensar en los demás. Y no, no en lo que los demás piensen de mí, lo que me hayan hecho, ni lo que yo piense de ellos... Estoy un poco cansada de ver al otro como el enemigo, como el que hace que yo me sienta X. Quizá sea cosa mía pero me doy cuenta de que tanto pensar en mí y en mis sentimientos hace que me convierta en una persona un tanto egoista. No de modo consciente. No elijo serlo, no le deseo mal a nadie, al contrario... pero a la hora de la verdad no actúo en consecuencia y me siento algo desconectada de la gente, a la defensiva, ya que los miro desde mi atalaya, de reojo y me cuesta verlos como personas aparte de mí, con sus propias historias, inseguridades, etc.
No sé si suena peor de lo que es, no soy una sociópata, pero en fin, lo que quiero expresar es que el querer alejarme de una mala experiencia conlleva también que elimine las partes buenas y quiero centrarme también en lo que he aprendido y compartido con esa gente. Pensar en lo que ellos están viviendo y en qué puedo aportarles yo. Sin esperar nada a cambio. Quiero trabajar mi empatía.

RECARGAR 
Es un buen momento para recurrir a esas actividades que hacen sentir bien y en las que te enfrascas y te olvidas del mundo. Esas que  ayudan a cargarte de energía. Todo el mundo tiene su propio retiro.

CONTADOR A CERO
Una vez dedicado un tiempo a reflexionar sobre la experiencia, podemos tomar nota de qué souvenirs merece la pena conservar y qué vamos a tirar a la basura.  No vamos a llenar la casa con todo lo que fuimos acumulando por el camino. Quedémonos con lo positivo, borremos las fotos borrosas y pensemos que una excursión nunca es igual a otra, y que en cualquier caso, si en la próxima también llueve, quizá ya vayamos más preparados para lo que pueda pasar.

Me encantaría saber cómo lidias con lo que llaman the introvert hangover. Yes, it's a thing!
¡Un saludo!




sábado, 5 de noviembre de 2016

Socializar - Consejos para afrontar situaciones incómodas




Sigo empeñada en hacer este viaje, aunque a veces me dan ganas de volver corriendo a casa. Ya comenté algunas ideas para estar más preparada para arrancar pero una nunca va a tener el control al 100% y es normal que muchas veces nos veamos en un viajecito movidito.

Cambiar el chip
Es mucho más fácil de decir que de hacer, lo sé muy bien. No sé si os pasará pero por regla general mi mentalidad cuando voy a encontrarme con gente, especialmente con conocidos no muy cercanos, es la de cargarme con toda la responsabilidad de tener que ser entretenida o útil y así demostrar a los demás que merece la pena estar conmigo. En otras palabras voy buscando aprobación y dando por hecho que la otra persona me está regalando una oportunidad que no merezco porque sí, si no que me la tendré que ganar. Está claro que cuando uno va ya con esa presión la cosa no promete.

A veces me ayuda ponerme en lugar del otro. En lugar de pensar en lo que otros esperarán de mí, considero qué es lo que yo espero de los demás. Siempre mis expectativas para los demás son mucho menos altas que las que yo supongo que los demás tendrán de mi. Así que me digo que probablemente los demás también están preocupados por sus historias y no van a analizar cada palabra que digo ni esperar de mí más que mi compañía y pasar el rato. No, no somos el ombligo del mundo.

Ya sé que si tienes esa costumbre y ese pensamiento ya es automático es difícil de cambiar, pero si te recuerdas esto cada vez que ataquen las inseguridades  poco a poco podemos ir educando a nuestros pensamientos. No va a cambiar de la noche a la mañana y habrá días que no suponga ni una diferencia pequeñita, pero estoy segura de que otros días ayudará, y poco a poco podemos dejar de mirar desde abajo a los demás, bajarles del pedestal y empezar a colocarnos a la misma altura. Hay que probar siempre.

Intentar llevarlo a tu terreno
Por lo general hay conversaciones que nos pueden desgastar mucho más. Parece ser que a los introvertidos no nos gustan las conversaciones superficiales, lo que llaman en inglés small talk. Pues siempre es interesante tomar las riendas e introducir un tema que nos apetezca y en el que nos podamos sumergir a gusto. No hay que estar a merced de lo que vayan dictando los demás. A mí me resulta complicado, lo reconozco, no soy buena en conversaciones en gran grupo y me siento insegura y siempre pienso que lo que a mí me interesa no le va a interesar a nadie. Pero a veces con un simple comentario cortito podemos hacer que la conversación cambie de rumbo. Es como una pequeña maniobra de distracción ;)

Petit comité
Si se trata de un grupo de gente más grande de lo que te gustaría siempre puedes intentar acercarte a los grupúsculos que se crean o crear el tuyo propio y tener conversaciones más íntimas. Para mí lo ideal es un grupito de dos o tres. Puedo no sentirme agusto con una sola persona si no tengo confianza con ella, pero si hay al menos una persona más la cosa es más sencilla. Me siento más cómoda hablando a pocas personas y no ya a todo un público ;) y además no siento que puedo aburrir a esa persona si le ha tocado hablar conmigo. Pero de nuevo, recordemos, no estamos aburriendo a nadie, no estamos ahí para entretener a ese ser superior....

Escucha
A veces le tenemos que bajar el volumen a nuestros pensamientos y escuchar a los demás de verdad. Escuchar sin estar anticipándonos a lo que vamos a responder nosotros ni obsesionarnos con lo que estará pensando el otro. Escuchar, interesarnos, preguntar. No siempre es necesario aportar el "pues yo..." A veces vale con interesarnos por el otro y muchas veces el desapegarnos de nosotros mismos nos hace sentirnos más ligeros y conectados con los demás. Dicen que a los introvertidos se les da bien escuchar pero yo algunas veces siento que la ansiedad no me deja hacerlo de verdad de la buena porque mi mente está saltando de un sitio a otro así que en ocasiones tengo que hacer el esfuerzo consciente de olvidarme un poco de mí. Mindfulness por un tubo.

Mute a esos pensamientos destructivos.
Oh nooo, se te está acabando la batería. Llega el temido punto en el que ya tienes la sensación de que no puedes estar ahí ni un minuto más. Te cuesta seguir la conversación y empiezas a no tener energía para opinar, hablar y casi ni escuchar. Quieres salir huyendo. Yo al menos llego de vez en cuando a ese punto. Y si por el motivo que sea no puedes irte, a veces, más a menudo de lo que quisiera empieza la vocecita en mi cabeza que me dice cosas tan bonitas como que soy una insulsa, una anormal, que por qué no podré estar tan animada como el resto de la gente. ¿Por qué no soy capaz de seguir la charla, de encontrar qué decir, de dejar de pensar en irme?

Evidentemente, si dejo a la vocecita campar a sus anchas acabo hundida en la miseria, aguantando ahí, con ganas de llorar, con paranoia porque siento que todo el mundo me está observando pensando que soy lo peor. ¿Qué hacer? Bueno, yo sigo trabajando en ello y a veces lo que necesito es simplemente una forma de desconectar por un ratito. Es el momento de ir al baño, a pedir algo, a salir a tomar un poco el aire, de ojear una revista o el móvil. De buscar cualquier excusa para quedarme sola unos momentos, los que considere oportunos, y de ignorar a la vocecita. Ya conozco de sobra su discurso. Ya sé que a veces me siento así, y sé que no es el fin del mundo. Así que respiro hondo e intento concentrarme en alguna otra cosa.


via GIPHY


No sé si a veces os habéis encontrado con algún dolor físico o enfermedad y además del dolor que conlleva os habéis sentido infinitamente peor por lo que se os ha pasado por la cabeza que puede ser. La mente es muy poderosa y si se pone a pensar en consecuencias desastrosas os podéis convencer de estar a punto de morir, así sin más, porque los pensamientos se convierten en la realidad del momento. Sin embargo, cuando reconocéis el dolor, sabéis la causa y sabéis cómo suele desarrollarse la cosa, aunque duela, al menos podemos restar de la ecuación toda esa ansiedad gratuita. Pues en este caso, conocemos la situación, sabemos cómo ocurre y por qué, y podemos empezar a desmontar argumentos, tomarnoslo con calma y aguantar esa incomodidad como algo pasajero y ya. Simplemente si estamos más callados y ausentes es porque estamos atendiendo nuestras necesidades. Si alguien tienen frío se abriga, si tiene sed bebe, pues yo necesito estar tranquila y desconecto un poco.

Ser honesto
Reconozco que todavía no lo he hecho, pero lo llevo rumiando un tiempo y cualquier día de estos será lo que responda si me preguntan que por qué estoy tan callada. ¿Por qué no ser honesta y responder explicando la necesidad que tengo en ese momento? ¿Por qué no confiar en que la gente te va a comprender perfectamente? Últimamente veo en las redes sociales a mucha gente saliendo del armario de la introversión. Es nuestro momento, igual hasta estamos de moda y somos los más cool del lugar :D


Hasta aquí mi repaso a algunos de los inconvenientes  que podamos encontrarnos a lo largo del camino. No podemos controlarlo todo pero podemos intentar minimizar los daños. Si la bolsita del mareo está a mano estamos más tranquilos y si se nos va de las manos, al menos no la liaremos parda.
Un saludo.